Aborto: Cambio de definición para terminar una vida.

Buscar descartar a un embrión como un “ser humano” esperando que tenga “conciencia”, es lo que se conoce como el “juego de las definiciones” que crea un marco juridico en el espectro de la agenda política/social para el aborto.

Básicamente el juego de las definiciones consiste en crear nuevas connotaciones y juegos de palabras que puedan habilitar ciertas leyes.

Estás nuevas definiciones buscar excluir al embrión/feto como un ser humano, e igualmente aplica en el humano recién nacido (irracional), a las personas con daño cerebral y a aquellas con un retraso mental severo. Todo dependería de si es la capacidad racional activa o potencial la que define a la persona, según esta nueva y manipuladora definición.

Esto recuerda la manera de pensar de algunos científicos del gobierno nazi, que habilitó el asesinato de muchos seres humanos en el altar de “la ausencia de conciencia”.

Por este “juego de definiciones” es que también se habilita la eutanasia. El razonamiento que quita vida a los seres humanos en este contexto es el siguiente: “Si no piensa, no es un ser humano, no merece vivir si no nos conviene”

En otras palabras, esta manipulación de las definiciones, es otro intento de legitimar el asesinato de un embrión. Contundentemente podemos afirmar que no es la conciencia la que nos hace “seres humanos”. No somos seres humanos solamente por “tener conciencia”. Las células de la mayoría de los organismos pluricelulares poseen dos características de las que carecen los unicelulares: la asociación y la especialización. Nuestras células se organizan en tejidos, adquiriendo unas características determinadas que les permitirán realizar una función específica dentro de la gran comunidad biológica que es nuestro cuerpo. Podría decirse que somos individuos compuestos de individuos. Un cúmulo de células asociadas se distribuyen las tareas y se constituyen en un organismo más complejo.

En resumen, somos una galaxia de millones de galaxias. Visto de este modo, podríamos considerar al embrión como un individuo (ser pluricelular con identidad genética propia) en las fases iniciales de su desarrollo. Si el embrión pertenece a la especie humana, entonces lo podríamos catalogar como ser humano en desarrollo.

¿Cuál es el meollo del asunto? Es bastante obvio que la consecuencia inmediata de este juego de definiciones sería la prohibición total del aborto, de la investigación con embriones, incluso de la manipulación de estos como parte de las técnicas de fertilización. Algunos anticonceptivos, como la píldora de emergencia o el DIU podrían considerarse ilegales. Muchas mujeres se verían obligadas a llevar a término su embarazo contra su voluntad, y probablemente aumentaría el número de abortos clandestinos.

Resulta evidente que la “humanización” del embrión causaría más molestias que otra cosa. Estos efectos prácticos aportarían una razón de peso para explicar porqué es tan difícil que se reconozca al embrión como un sujeto digno de derechos: no conviene que lo sea.

Y en el ámbito político y social, cuando algo no conviene, siempre se encuentran medios para que no ocurra. Por eso es importante buscar una alternativa viable a buscar eliminar los abortos clandestinos y proteger la vida de la mujeres sin quitarle la vida a un ser humano, en desarrollo, pero tan humano como cualquiera de nosotros.